Cervera vivió el momento álgido del Aquelarre con la escurrida del Macho Cabró, en el escenario de Cal Racó, ante el éxtasis de un público entregado, que disfrutó duro con el fuego y los 350 kilos de pólvora quemados durante el fin de semana.

La 47a edición de la fiesta del fuego, las brujas y el esoterismo de las Terres de Ponent ha sido multitudinaria y ha reunido unas 35.000 personas, que no han querido perderse un Aquelarre que ha convertido la capital de la Segarra en un auténtico infierno.
La fiesta ha renovado su poder de convocatoria después de la pandemia y en palabras del paer jefe de Cervera, Jan Pomés, “hemos tenido más gente que nunca, ya desde principios de semana y, especialmente, las noches de viernes y sábado. La ciudad ha estado llena y demostramos la capacidad de atracción desde las Tierras de Poniente con público venido de todo el país”. Pomés ha destacado también la “gran implicación del conjunto de entidades y los vecinos y vecinas de Cervera con la fiesta, que se han implicado para que el Aquelarre haya sido un auténtico éxito”.

La noche más infernal

La noche más infernal del Aquelarre empezaba el sábado a las 11 de la noche con el encendido de la Universidad con la plaza llena hasta los topes y el pasacalle de fuego con la participación del Baile de Diablos de Vilanova y la Geltrú. Ya en Cal Racó fueron cogiendo el relevo el Baile de Diablos de Cervera Carranquers, que acompañaron la aparición del Macho Cabró hasta que se encontró con Lilit, la diosa que huía de Adán haciendo el tránsito del cielo al infierno. El momento más esperado coincidió con un tercer acto en el que el Macho Cabró fue protagonista de la escurrida completada con el Foqueral final.